lunes, 19 de agosto de 2013

Doctor Jose María Fábregas Pedrell, Experiencia en Clínicas CITA Dosrius

La siguiente entrada trata sobre la reflexión que un paciente, adicto al alcohol, hace sobre su conducta y sus modo de vida. La confianza de curarse y tratarse con eficiencia la deposita en

Clínicas CITA Dosrius, a cargo de la experiencia de más de 80 profesionales dirigidos por el doctor Jose María Fábregas Pedrell

Recuerdo que, durante el periodo en que no tomé absolutamente nada de alcohol, mi actitud mental, vital y física mejoró de forma substancial. Las razones que tenía para dejar atrás mi conducta adictiva era el sentirme bien conmigo mismo, olvidar mis problemas laborales, mejorar el carácter, ser más alegre y cordial, autoafirmarme, relacionarme mejor con mi entorno, disfrutar más de las cosas, tener fuerza para recuperar mi autoestima, en fin, ser distinto y mejor. El tratamiento que recibí había sido bueno y efectivo. Tenía claros los puntos básicos de mi problema, los habíamos tratado individualmente y en grupo y los entendía perfectamente, pero a pesar de ello me puse en una situación límite, cosa que suelo hacer por costumbre y a menudo, queriéndome convencer de que un poco de alcohol no es mucho, cuando sí lo es. Pero aquel día, cuando me dirigía hacia mi casa y sin razón aparente, me detuve en un bar para tomarme una cerveza. Pensé que después de tanto tiempo abstemio, una cerveza no traería consecuencias. Estaba animado y, en contra de todo lo aprendido, mi razonamiento era que si evitaba tomar alcohol toda la semana y bebía algo los fines de semana, no volvería a tener problemas con el alcohol. A partir de esta primera cerveza pasé tres largo días sin beber y luego reincidí. A los diez días, ya bebía diariamente una cerveza y algún día dos. Siempre había bebido solo, generalmente en bares y en algún restaurante al que iba al mediodía para, de este modo, evitar comer en casa, donde las normas eran estrictas. En los restaurantes empecé con agua para pasar con el tiempo a una o dos copas de vino. También, cuando podía, entraba en mi casa botellas de cava o de vino que escondía y consumía, sin dejar rastro de ellas una vez finalizado el consumo. Como punto positivo, quiero señalar que me he dado cuenta de que detrás de una botella hay unas personas que te quieren y sufren por ti. Ver que estoy poniendo en riesgo la relación y la convivencia con la familia me aterroriza y una botella no vale esa pena. Mi situación actual es de arrepentimiento y vergüenza. Hoy por hoy, estoy convencido de que mi vida debe finalizar sin alcohol. Hay muchos intereses en juego y no puedo fracasar. Quiero cambiar mi forma de ser y de actuar y sólo el ‘cero alcohol’ va a ayudarme. El objetivo de conseguirlo, como ya he visto, puede que no sea alcanzable, pero al menos debo intentarlo con esperanza y con todas mis fuerzas.

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