Las personas
que fuman consumen más alcohol que los no fumadores. De hecho algunos estudios
epidemiológicos han mostrado estadísticamente que fumar incluso multiplica por
diez el riesgo de abusar del alcohol, pero hasta ahora se desconocía el
entramado neurobiológico que había detrás de este comportamiento. Una
investigación publicada en el último número de la revista Neuron aclara cómo la
nicotina facilita un mayor consumo de alcohol, en especial si se empieza a
fumar durante la adolescencia.
El estudio,
dirigido por John Dani, de la Facultad de Medicina de Baylor, en Texas, muestra
que incluso una única exposición a la nicotina cambia la forma en que el
cerebro responde a las bebidas alcohólicas. Ambas sustancias, tabaco y alcohol,
ejercen su acción a través del sistema de recompensa del cerebro. Este sistema
es el encargado de hacernos sentir placer de forma natural, gracias a un neurotransmisor
llamado dopamina.
Tanto la
nicotina como el alcohol, cuando actúan por separado, igual que ocurre con el
resto de las drogas, aumentan de forma exagerada la liberación de dopamina, de
ahí las sensación de euforia y placer que producen las sustancias adictivas.
Sin embargo, según afirman estos investigadores en su estudio con roedores,
cuando se consume a la vez nicotina y alcohol, se producen interferencias entre
ambas sustancias.
En concreto,
las ratas expuestas a la nicotina, incluso una sola vez, tienden a beber
alcohol más a menudo que las que no han estado expuestas a esa sustancia del
tabaco. La explicación parece estar en que la nicotina hace que la respuesta
placentera al alcohol por parte del cerebro sea menor, por lo que se necesita
mayor dosis para conseguirla.
Al parecer
la nicotina induce en hipotálamo la liberación de las hormonas relacionadas con
el estrés, como el cortisol, que actúan como freno del sistema de recompensa,
que se vuelve menos capaz de percibir la sensación de placer asociada con el
consumo de alcohol. Estos resultados refuerzan los estudios anteriores que
habían puesto de manifiesto que las hormonas del estrés tienen un papel crítico
en el efecto placentero del alcohol y en que el consumo se vuelva compulsivo.
«Los jóvenes
suelen empezar a fumar en la adolescencia, y la exposición a la nicotina
posiblemente contribuye a una mayor vulnerabilidad al abuso de alcohol más
adelante», concluyen.
(Fuente: ABC)
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